Relatos con moraleja

El alumnado de 2ESO-B elaboró unos relatos sobre el tema de las falsas apariencias. Aquí tenéis unas muestras de sus creaciones:

Un hombre que aparentemente era muy egoísta, sorprendió a todo el mundo que lo conocía cuando un día decidió realizar un viaje a "la capital", como él llamaba a la ciudad de Madrid.

Casimiro era un hombre que siempre había vivido solo y apenas tenía familia. La poca familia que tenía renegaba de él, porque nunca los había ayudado. Casimiro era un hombre muy rico gracias a una herencia que había recibido de parte de sus padres ya fallecidos. Esa herencia le permitió montar una serie de negocios y, por eso, tenía que ir a Madrid, para resolver ciertos asuntos legales.

Cuando llegó a Madrid se alojó en uno de los hoteles más caros de la ciudad en pleno centro. Llegando al hotel de vuelta de un día agotador de reuniones, sintió un gemido. Al principio, no le hizo caso, pero como el gemido cada vez se hizo más fuerte, se acercó al coche y vio a una niña de más o menos diez años, llorando.

Empezó a hablar con ella y le produjo tal ternura que decidió llevársela al hotel. Era un niña que estaba sola en el mundo como él. Desde ese día algo cambió en la vida de Casimiro: al día siguiente solucionó todos sus papeles y se dirigió al mejor centro de Madrid para que acogieran a esa niña, costase lo que costase. Es más, se encargó de dejar por escrito que esa niña tendría la vida solucionada de por vida, dejándole todos sus bienes cuando él faltase. La historia salió en todos los medios de comunicación y cuando llegó a oídos de su pueblo, sus vecinos no se podían creer que se tratase de la misma persona.

Casimiro llegó a su pueblo como un héroe y desde ese día, todos lo empezaron a ver de otra manera.

(Kevin García Tiago)

Bernardo "El Vago"
En un pequeño pueblo costero llamado Tazacorte, vivían sus habitantes unas vidas tranquilas y hasta un poco aburridas. Allí vivía Bernardo, un viejo marinero al que casi todo el mundo llamaba "El Vago". Le llamaban así porque se pasaba el día tumbado en su cama, o eso era lo que decía él. Un día, un ladrón llamado Pedro "El Granuja" entró en la casa de Bernardo. Se dirigió a la cocina y se puso a buscar en todos los cajones. Había escuchado decir a un vecino que "El Vago" tenía escondido un reloj de oro. El reloj era de 18 quilates con incrustaciones de diamantes, esmeraldas y rubíes, lo había ganado en un concurso de pesca por conseguir un atún de 2, 25 metros de largo y 235 kilos de peso.

El ladrón buscó la joya durante un buen rato. Finalmente, la encontró. Se emocionó tanto que, sin querer, tiró un jarrón que despertó a Bernardo quien saliói de su dormitorio. Pedro se dio cuenta de que el viejo marinero estaba bajando las escaleras y salió por la ventana rápidamente. El dueño de la casa salió tras él. El asaltante estaba cruzando la calle tan tranquilo cuando, de repente, vio a Bernardo que lo seguía a una velocidad endiablada. "El Granuja" echó a correr, pasó por delante de un supermercado delante del cual arrolló a una señora que entraba, tirándola al suelo. Después de varias manzanas, el ladrón estaba muy cansado, pero Bernardo, no. En un último esfuerzo por librarse del dueño del reloj, Pedro cruzó la calle justo cuando pasaba un coche de la policía. El coche le pasó por encima del pie al ladrón, el cual dio un grito de dolor y soltó el reloj.

Cuando Bernardo recuperó el reloj, "El Granuja" le preguntó cómo, si era tan vago, había sido capaz de correr tras él sin cansarse. Le respondió que por la noche salía a correr unos 20 km. Desde aquel día, Bernardo "El Vago" pasó a llamarse Bernardo "El Rápido".

(Alexandre Raposo Casás)

No hay comentarios:

Publicar un comentario